4. UNA AUTOFORMACION GUIADA POR EL IDEAL PERSONAL
(...) 4.2. Ayudas pedagógicas
Para que nuestra autoformación según el ideal personal sea efectiva, se requieren al menos dos cosas: Primero, concientizar o internalizar el ideal personal y, segundo, aplicar medios concretos que aseguren su cultivo en la vida cotidiana. Nos referimos aquí al propósito particular. 4.2.1. La concientización del ideal personal
Supongamos que hemos descubierto nuestra "veta", o, al menos, algo que en verdad "nos pesca" o nos ''toca", que nos interesa y mueve interiormente. Surge entonces la pregunta: ¿como mantener vivo este anhelo; cómo evitar que sea acallado por otras voces u otros llamados; o que, simplemente, se nos olvide en medio del ajetreo y de las ocupaciones cotidianas? Cuán común es que lo más urgente nos haga dejar en un segundo o tercer plano lo que en verdad es lo más importante.
Las palabras de Moisés al pueblo de Israel nos dan una luz al respecto. Le dice al pueblo de Dios: "Escucha, Israel, Yavhé es nuestro Dios, sólo Yavhé. Amarás a Yavhé, tu Dios, con todo tu corazón, con to¬da tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu cora¬zón estas palabras que te dicto hoy. Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas, tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia ante tus ojos: las escribirás en las jambas de tu casa y en la puertas" (Deut. 6,4 ss.).
Esto corresponde, en nuestro lenguaje, a lo que llamamos concientización del ideal personal. No bas¬ta con conocer el ideal, sino que tenemos que mante¬nerlo presente en nuestra alma. Para ello es preciso dar los siguientes pasos: formular un lema, elaborar un símbolo, escribir una corta oración, renovarlo a menu¬do y hacerlo criterio de decisiones y de iniciativas.
a) Formulación de un lema
De suyo, sería posible formular el ideal perso¬nal o proyecto de vida de diversas formas o expresarlo en distintas imágenes. Una frase o un símbolo nunca lograrán resumir adecuadamente toda la riqueza de una vivencia. Sin embargo, pedagógicamente, es preciso ele¬gir un lema y/o un símbolo que sirva de punto de re¬ferencia o centro de asociación; entonces, esas palabras o esa imagen nos evocarán todo un mundo.
De acuerdo al conocimiento que hemos ganado de nosotros mismos, supongamos que nos hemos dado cuenta que existe en nuestra alma una fuerte tendencia a darnos, una acentuada preocupación por el problema social, o una fina sensibilidad por los más necesitados. Ese conocimiento de lo que está vivo en nosotros, tra¬tamos ahora de expresarlo en un lema que sea corto y emotivo. Por ejemplo, decimos como san Pablo: "Quiero ser todo para todos", o valiéndonos de las pa¬labras del Señor: "Por ellos, me santifico".
O tal vez, para poner otro ejemplo, supongamos que nos capta hondamente la vivencia de ser hijos de Dios y del amor misericordioso que él nos tiene. Entonces, elegi¬mos un lema que podría decir así: "Quiero vivir como un hijo predilecto del Padre Dios". O bien, sentimos un intenso impulso de conquista y deseos de luchar por el reino de Cristo; entonces, formulamos el ideal personal diciendo: "Señor, que venga tu reino", o "Constructor de la paz para la vida del mundo."
Son sólo ejemplos. En todo caso, el lema elegi¬do como fórmula del ideal personal no debe ser una idea abstracta y vaga, sino una frase corta, concisa y emotiva, que llame a la acción. El será en adelante la estrella que guíe nuestros pasos. A medida que camine¬mos y crezcamos, irá cobrando más y más fuerza y se irá definiendo con mayor nitidez.
Lo dicho sobre el lema vale análogamente para los símbolos. Estos, incluso, a veces pueden ex¬presar nuestro ideal mejor que las palabras. Las imáge¬nes dicen más que los conceptos. En este sentido, para referirnos a los casos recién nombrados, alguien puede elegir como símbolo el fuego y decir: "Quiero ser fue¬go de Cristo". O "Pan de Cristo para la vida del mun¬do", o "Mi comida es hacer la voluntad del Padre". Estas u otras imágenes semejantes pueden expresar con fuerza lo que anhelamos vivir. En la medida que vaya¬mos cultivando nuestro ideal personal, ese lema o símbolo irá cobrando cada vez más contenido vital y se irá convirtiendo en un eficaz medio de identificación con nosotros mismos y de unión al Señor.