
Tercera parte de la Misa:
Liturgia Eucarística
1 Presentación de las Ofrendas
Es la preparación del altar y de las ofrendas: el pan y el vino.
¿Por qué se usa pan y vino, y no leche y chocolate, por ejemplo?
–Ya falta poco para que llegue el momento en que Jesús nos visitará –comenzó explicando el tío José–. Ahora se prepara todo en el altar para que luego pueda producirse el gran milagro de amor, es decir, Cristo presente en la Eucaristía.
El sacerdote extiende sobre el altar un pequeño mantel blanco, llamado “Corporal”. Todos ustedes deben haberlo observado en la Misa.
–Sí, tío, ¿pero por qué se llama corporal? –preguntó Rafael.
–Es un paño blanco que recibirá el cuerpo de Jesús. De allí viene el nombre. Podemos recordar los pañales con que la Virgen envolvió a Jesús en Belén.
Después continuó su explicación:
–Una vez extendido el corporal, se ponen las ofrendas sobre el altar, para luego ofrecerlas a Dios.
–¿Qué son las ofrendas? –insistió Rafael.
Andrés se anticipó a su tío, y explicó:
–Tío, creo que las ofrendas son esas dos botellitas, una con vino y otra con agua, y también las hostias, ¿no es cierto? Me acuerdo porque en el colegio me ha tocado llevar las ofrendas al altar.
–Muy bien, Andrés –lo felicitó su abuelo.
–Pero, ¿sabes Andrés? –continuó el tío José–, no es sólo cuestión de llevar adelante el pan y el vino. Es en este momento, en la presentación de las ofrendas, cuando damos gracias al Creador por el pan y por el vino que nos regala en su inmenso amor. Todos, como una gran familia, le pedimos a Dios Padre que acepte el pan y el vino, hechos por el trabajo del hombre, para que se transformen en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Fue en ese instante cuando Josefina, inocentemente, preguntó:
–Tío José, ¿por qué se usa pan y vino, y no leche o chocolate, por ejemplo?
Hubo risas. Sus padres se miraron sorprendidos, pensando: “¡Las cosas que se les ocurre a los niños!”. La mamá trataba de recordar si ella, a los ocho años, había hecho alguna pregunta parecida. Pero no, “ésas son cosas de los niños de hoy”, concluyó.
– Josefina –dijo el tío José–, hasta hoy nadie me había preguntado algo así, pero tu pregunta es buena. La razón por la cual usamos pan y vino es porque eso es lo que usó Jesús en la Última Cena, cuando nace la Eucaristía. Lo hacemos tal cual como Él lo hizo.
Jesús seguramente eligió el pan y el vino para que no hubiera dificultad alguna en realizar este sacramento. No es difícil conseguir pan y vino. Si El hubiese elegido un alimento raro, o muy caro, mucha gente podría no haberlo recibido. Pero pienso que también puede haber otras razones: el pan es un alimento que se encuentra en todos los hogares y gusta a todos, y el vino es usado muchas veces para fortalecer. También se encuentra en la mayor parte de las casas. Además, el chocolate no existía en ese entonces.
–¡Qué inteligente es Jesús! –dijo Rafael. Andrés agregó:
–Yo sé por qué Jesús también eligió el pan.
–¿Por qué? –preguntó la mamá.
–Porque el pan es rico y nunca me cansa. Cuanto más como, más me gusta.
Todos se rieron, pero le dieron la razón.
– José –dijo el abuelo Juan a su hijo–. Recuerdo haber aprendido que al presentar las ofrendas a Dios, es decir, el pan y el vino, también comenzamos a preparar nuestros corazones para ofrecer todo lo bueno que hay en ellos, con las alegrías, pero también con nuestras faltas, debilidades y nuestras penas, en el momento en que Cristo se ofrece a su Padre por nosotros. ¿Está bien lo que yo recuerdo?
–Sí, papá. Lo que tú recuerdas está bien. Enseguida les explicaré cómo se hace la ofrenda del pan.
Ofrenda del Pan
Cuando el sacerdote levanta la patena con el pan, bajo la forma de hostia, lo hace para ofrecer a Dios Padre ese pan que luego se convertirá en el Cuerpo santo de Jesús.
“Niños, no dejen nada sin presentar a Dios”.
– Junto con el pan, podemos presentar a Dios todas las buenas acciones que hemos hecho durante la semana –explicó el tío José.
Verónica escuchaba muy impresionada, y pensó: “¡Sí!, yo podría presentar a Dios todas las tareas que hice en la casa y en el colegio, que bastante esfuerzo me costaron; o cuando estuve tentada de mentir para no recibir un castigo, pero al final dije la verdad. ¿Qué más podría ofrecerle a Dios? Ya sé: que casi nunca dejo de rezar en la noche y en la mañana, y también que siempre “converso” con la Virgen María, y a veces también “hablo” con Jesús, que está en el Sagrario. Podría decirle a Dios Padre que soy respetuosa con las personas mayores… aunque no estoy muy segura, porque últimamente me enojé varias veces”.
Pero el tío José continuaba hablándoles:
– Niños, no dejen nada sin presentar a Dios. Si tienen buen carácter, y de ese modo hacen felices a los demás, eso también deben regalarlo a Dios Padre. Él se alegra de ver que sus hijos son agradecidos. Recuerden que todo lo bueno viene de Dios y debe volver a Él. Ustedes tienen que imaginarse a Dios Padre como alguien que sale a esperarlos y a recibirlos, con los brazos abiertos. A veces se queda así, con los brazos bien abiertos, pero ninguno de sus hijos llega con algún regalo para Él.
La abuela Felipa se entusiasmó con esa explicación, y agregó:
– Es como cuando un niño juega en el campo y encuentra flores para regalarle a su mamá. Entra corriendo a la casa y le entrega esas flores. ¡Ustedes han podido ver cómo se alegra la mamá! Bueno, lo mismo ocurre con Dios Padre, cuando ustedes le entregan sus buenas acciones: para Él son flores muy preciosas.
Todos los niños se quedaron un instante silenciosos, recordando la alegría en los ojos de la mamá cuando alguna vez le habían llevado flores. Ahora sería cuestión de llevarle otras cosas a Dios, en la próxima Misa.
El que más pensativo se veía era Sergio. Por primera vez empezaba a comprender lo que ocurría en la santa Misa. “¿Por qué no entendía nada? ¿Cómo pude permanecer tan indiferente hasta hoy?”, se preguntaba.